Capítulo: 5
"La
Hermandad”
Avanzaba
rápidamente por el bosque, rezándoles a sus ancestros para que no
fuera demasiado tarde. Conocía el terreno como la palma de su mano,
pero no sentía que eso le estuviese sirviendo de mucho. Sabía que
tarde o temprano saldrían a cortarle el paso y que cuando llegara
ese momento, tendría que decidir entre quedarse y tratar con ellos o
ignorarlos y seguir a la carrera.
Debía
contarle al concejo de ancianos lo que había visto cuanto antes, y
como siempre había sido uno de los más veloces entre los suyos
anticipaba que su lógica se terminaría inclinando por la segunda
opción.
No pasó
mucho antes de que se cumpliera su vaticinio, cinco centauros armados
con arcos le salieron a su encuentro. Al instante, reconoció a tres
ellos.
–Creí
que al menos serías lo suficientemente listo como para no volver.
–Dijo Ronan. –Ahora tendremos que matarte.
–¿Que
esperamos, entonces? –Agregó Bane.
–Recuerda
tu lugar, Bane. –Le advirtió Magorian.
De todos
los grupos de bienvenida, ese era el que menos le convenía. Sabía
que tendría que evadirlos y contaba con que no le sería nada
difícil dejar a Bane o a Ronan detrás, pero con Magorian
necesitaría algo más que suerte. Se quedó en silencio considerando
sus opciones.
–Lo
siento Firenze pero sabes que la traición se paga con la muerte.
–Dijo Magorian tensando su arco.
–Me
acusan de traición solo por haberle hecho un favor a Dumbledore. –Se
defendió el centauro.
–Revelaste
nuestros secretos a los humanos. –Lo acusó Bane. –Mereces algo
peor que la muerte por eso.
–¿Y
desde cuando la lectura de las hojas de té han sido parte de
nuestros secretos? ¿Vas a decirme ahora también que los centauros
predicen el futuro con la bola de cristal? –Lo desafió Firenze.
Su juego
era peligroso, pero también era su única manera de comprar más
tiempo. Debía llegar al consejo a como diera lugar.
Bane se
encabritó, pero Ronan lo sujetó antes de que intentara atacarlo.
–¿Que
insinúas? –Preguntó Magorian.
–He dicho
simplemente que eso es lo único que les enseñé. –Mintió él.
–Dumbledore necesitaba a alguien que ocupara el puesto de profesor
de adivinación antes de que el ministerio asignara a uno, y eso es
lo que hice. Jamás bajo ninguna circunstancia revelaría nuestro
legado.
–¡Ja!
Como si fuéramos a creerte. –Descartó Bane.
–Mientes.
–Sentenció Magorian.
–No
depende de ti el decidirlo. –Le advirtió Firenze desafiante.
Esa era su
jugada crítica y sus chances de salir airoso no eran para nada
prometedoras.
–Aunque
me duela decirlo, Firenze, tiene razón. Es el consejo el que tiene
que decidir si dice la verdad o no. –Les recordó Ronan.
Magorian
dudaba.
–Debemos
llevarlo frente al consejo, así lo dicta nuestra ley. –Volvió a
insistir.
–No hará
falta. –Dijo una voz detrás de ellos. –Si su historia no es
convincente para mi, no lo será para ninguno de los demás.
Un centauro
de crines color plata se acercaba a ellos, era uno de los ancianos
del consejo. Quizás la suerte le habría sonreído después de todo.
–Padre...
–Dijo Firenze inclinado levemente la cabeza.
Bane lo
miró con odio mientras que los demás, simplemente, guardaban
silencio.
–¿A que
has venido, hijo? –Preguntó el anciano. –Te conozco demasiado
bien como para creer las mentiras que acabas de decir. Siempre
pensaste que debíamos compartir nuestra sabiduría con los humanos.
Se muy bien que no has cambiado y que tú eres lo suficientemente
inteligente como para darte cuenta de que ninguno de los miembros del
consejo se tragará esa versión de los hechos.
Esa era su
oportunidad. Si la dejaba pasar, todo estaría perdido.
–Es "La
Hermandad", padre. Ha regresado.
El viejo
centauro se tensó al oír ese nombre.
Los otros
lo miraron impasibles salvo Bane, que dijo furioso –Es un traidor y
un mentiroso ¿Por qué perdemos tiempo con él?
La dura
mirada
que le dirigió el anciano, fue suficiente para que no volviera a
abrir la boca.
–¿Como
puedes afirmar eso? –Indagó desconfiado.
–Lo he
visto en los astros, en el futuro se una joven humana. –Respondió
Firenze.
Su padre se
acercó a él mientras le preguntaba:
–¿Que
has visto exactamente?
–Nada...
–¿Nada?
–Preguntó Ronan con voz queda.
–Sí,
como una especie de vacío donde ninguna predicción es posible.
–Insistió Firenze.
Magorian
iba a decir algo pero el anciano lo detuvo con una seña.
–Padre,
debemos alertar a los demás.
–Estoy de
acuerdo. –Dijo el anciano. –Pero respóndeme antes: ¿Que
sugerencia planeas darle al consejo?
Habría
preferido esperar a estar frente al consejo antes de explicar sus
intenciones, pero su padre lo conocía demasiado bien y seguramente
ya lo había adivinado.
–El
consejo debe elegir de que lado pelear en esta guerra. –Ignorando
los gestos de desagrado de sus iguales continuó –Padre, sabes que
La Hermandad siempre ha actuado en beneficio propio, nada nos asegura
que puedan estar del lado de Potter.
–Recuerda
que les debemos lealtad, si nos convocaran no podríamos negarnos.
–Sí, si
elegimos primero. No pueden obligarnos a traicionar nuestra lealtad
para con otros.
El anciano
lo pensó un momento. –Entonces no debemos perder tiempo... –Dijo
al fin, pero justo cuando iba a dar la orden de volver a todo galope,
una voz sonó detrás de su hijo.
–Estoy
totalmente de acuerdo, pero solo en lo de no perder tiempo.
Los arcos
apuntaron directamente a la figura que se acercaba a ellos.
–¡La
Hermandad los convoca! ¡Exigimos que el juramento que hicieron sus
ancestros sea cumplido!
Firenze
bajó la cabeza derrotado. Ya era tarde, muy tarde.
El sol se
asomaba lentamente por el horizonte bañando con su resplandor las
altas montañas. Un ave magnífica de color rojizo dorado volaba
velozmente surcando el cielo azul de la mañana. Delante de ésta
iba otra de la misma especie.
El macho de
un rojo más oscuro guiaba a la hembra directo al pico mas alto. En
la lejanía la hembra pudo divisar a decenas de ellos volando hacia
el mismo destino. Se estaban reuniendo, los fénix acudían a su
llamado.
Ron abrió
los ojos cuando el primer rayo de sol le dio de lleno en la cara y
sonrió al ver a la chica de
cabellos
castaños
abrazada a él. Su rostro, iluminado por la luz de la mañana, lucía
hermoso. Recordó cuanto la había añorado y el verla ahí, junto a
él, le hacía
pensar que quizás fuese un simple sueño y que no tardaría en
despertarse.
Desvió su
mirada hacia el pijama que vestía Hermione y algo en él le llamó
la atención.
–¿Gnomos
azules? –Se preguntó en voz baja mientras ladeaba la cabeza para
ver mejor los dibujos estampados en el pijama de la chica.
La suave
risa de Hermione le hizo levantar la vista.
–No son
Gnomos, Ron.
–Pues si
no son gnomos ¿Entonces que son?
–¡Pitufos!
–Dijo ella poniéndose un poco colorada.
–¿Pitufos?
No recuerdo que Hagrid hablara sobre ellos en sus clases...
–Reflexionó él.
–Ron, los
pitufos son solo un dibujo animado... Tú sabes, de esos que pasan
por la televisión. –Le aclaró ella.
Ron se
quedo pensativo unos segundos pero luego negó con la cabeza.
–Nota
mental: darle a Ron una buena dosis de dibujos animados. –Dijo en
voz alta.
El muchacho
sonrió, no tenía ni idea de qué hablaba pero, mientras eso la
hiciera feliz, él no se negaría.
–Bueno,
si me disculpas, me ausentaré unos minutos para traerte el desayuno
a la cama. –Le dijo Ron mientras le guiñaba un ojo.
La chica le
dio un beso en señal de aprobación.
El joven
tomó su ropa y fue al baño a cambiarse. No habían pasado más de
unos minutos y ya estaba bajando las escaleras rumbo a la sala común.
Iba mirando de reojo el mapa del merodeador para evitar cualquier
encuentro indeseable. Pensaba dirigirse a las cocinas y pedirle a los
elfos que le hicieran llegar la comida a la sala común. Pero
entonces, cuando estaba por cruzar el retrato, se detuvo en seco.
–Dobby
–Llamó en voz alta.
El elfo
apareció al instante.
–¿En que
puedo servirle señor Weasley?
–Bueno,
Dobby. Si no fuera mucha molestia ¿Podrías traerme un desayuno para
dos personas?
–Por
supuesto que no es molestia. Dobby se siente feliz trayéndoles el
desayuno a los amigos del gran Harry Potter.
–Excelente,
entonces en unos veinte minutos, en mi habitación.
–Como
usted lo desee, señor. –Dijo el elfo antes de esfumarse en el
aire.
Ahora que
ya no tendría que hacer el viaje a las cocinas podía aprovechar
para visitar a Firenze y preguntarle si ya había terminado de leer
el futuro de su hermana. Se dirigió al aula de la planta baja pero
la encontró vacía. Miro el mapa y, al no poder hallar al centauro
por ningún lado, no pudo evitar impacientarse.
Revisó el
mapa un par de veces más, sin éxito. Entonces notó que un nombre
acababa de entrar en los terrenos del colegio desde el bosque
prohibido y se dirigía a las puertas del castillo. Ron no lo dudó e
hizo lo mismo.
Apenas
cruzó las puertas se encontró con Hagrid.
–Hola
Hagrid ¿Por acaso has visto a Firenze?
–Ah, pues
sí. Me lo encontré anoche cuando saqué a Fang para que hiciera sus
necesidades. Por cierto, parecía muy preocupado por algo. Me dijo
que tenía que volver con los suyos. Intenté persuadirlo de que se
quedara pero salió a la carrera hacia el bosque. –Luego de un
suspiro agregó. –La verdad es que temo por él. Los demás
centauros aún no lo perdonan por haberle hecho ese favor a
Dumbledore.
Ron se
quedó petrificado. ¿Por qué diablos tenía que salir huyendo justo
esa noche? Se le hizo un nudo el estomago, temía saber el porqué.
–Piensa,
Hagrid. ¿Acaso dijo por qué se tenía que ir?
–A decir
verdad, no. Dijo que era algo largo de explicar y que no tenía
tiempo... pero lo raro es que me pidió que te dijera algo.
–¡¿Pues
qué
esperas para decírmelo?! –Lo reprendió impaciente.
–Eh...
Bueno, me dijo que, pase lo que pase, no intervengas; que ya no está
en tus manos… y que te mantengas junto a Harry sin dudarlo.
El alma se
le fue a los pies. Tomó fuerzas de donde pudo y se dirigió como un
relámpago directamente a la torre de Gryffindor.
Hermione
supo que algo andaba mal con tan solo ver su expresión.
–¿Que
sucede? –Le preguntó preocupada mientras tomaba su varita de la
mesita de luz. –¿Mortífagos?
El muchacho
negó con la cabeza y se puso a guardar sus cosas en la mochila.
–¿Entonces
que? –Le preguntó confundida pero él no contestó.
–¡Ron!
¡¿Puedes
decirme que diablos te sucede?! –Le gritó Hermione mientras lo
tomaba
del brazo.
El muchacho
volteó y la chica pudo notar que las lágrimas comenzaban a
deslizarse por su rostro. Ron no dijo nada, simplemente la abrazó
con fuerza y antes de que ella pudiera decir algo, Dobby se apareció
frente a la puerta, levitando frente a él una gran bandeja con el
desayuno para los dos.
El muchacho
se separó de Hermione y se sentó en su cama con la vista perdida
mientras el elfo los miraba a ambos con simple curiosidad.
–Gracias
Dobby, espero que no haya sido mucha molestia. –Dijo ella.
–No, para
nada señorita Granger. Cualquier cosa que necesiten solo tienen que
pedirla... ¿Se encuentra usted bien, señor Weasley? –Preguntó el
elfo al pasar mientras hacía aparecer una mesa ratona y un par de
almohadones bien mullidos.
El muchacho
afirmó levemente con la cabeza. En realidad no se sentía para nada
bien pero no quería darle explicaciones al elfo.
Dobby posó
la bandeja con sumo cuidado sobre la mesa.
–Bueno...
entonces, si me disculpan, me retiro. Cualquier cosa que necesiten
solo llámenme. –Dijo Dobby antes de desaparecer.
Hermione se
arrodilló frente a Ron y lo besó dulcemente en los labios,
obligándolo a volver a la realidad.
–Es...
Ginny. –Apenas pudo decir el pelirrojo.
–Ven,
come algo mientras me cuentas. –Lo animó Hermione.
Un gran
dragón dorado observaba el horizonte, encaramado en la cumbre de la
montaña, a la espera de más de los suyos. Allí se reunirían al
igual que habían hecho muchos siglos atrás. El viento estaba
cambiando, una tormenta se acercaba, pero el dragón no se inmutó…
hacía tiempo que la esperaba.
Una silueta
alada surgió en el horizonte y el dragón extendió sus inmensas
alas mientras lanzaba una gigantesca llamarada al aire en señal de
saludo. El viento estaba cambiando, ya no había dudas. Y en medio de
la tormenta que se avecinaba los dragones reclamarían su lugar en la
tierra, de una vez… y para siempre.
Ron apenas
pudo probar bocado, pero lentamente le relató a Hermione el pedido
que le había solicitado a Firenze y el mensaje que recibió por
parte de él en boca de Hagrid.
–Mira
Ron, el que ya no esté en tus manos no significa, exactamente, que
hayamos perdido a Ginny. Además, sabes bien lo que opino sobre la
adivinación, aún tratándose de centauros. Míralo de esta forma:
si las estrellas dijeran que jamás podrás lograr algo, no importa
que tanto empeño pongas en ello ¿Qué harías? ¿Simplemente
desistirías de la idea? –Ron no contestó. –Pues, si desistes de
la idea, la predicción se cumplirá. No porque el destino este
escrito sino simplemente porque te dejaste influenciar. Si el futuro
se construye en base a nuestras acciones entonces nunca te des por
vencido, sigue luchando. Y si los centauros tienen razón y el futuro
ya esta escrito, entonces todas nuestras acciones nos llevaran
inevitablemente a cumplir nuestro destino. Sea de la forma que sea,
lo único que podemos hacer es obrar de la manera que creamos
correcta, confiar en nuestro buen juicio y en el de nuestros amigos.
Ron pensó
que ella tenía razón, no podía darse por vencido.
–Lo que
no entiendo, es el porqué de su repentina partida… ¿Por qué se
arriesgaría a volver con los suyos, sabiendo que lo primero que
harán al verlo será… simplemente matarlo? ¿Qué pudo haber visto
en el futuro de Ginny que lo obligó a tomar esa decisión? –Se
preguntó ella en voz alta.
–Advertirle
a los suyos sobre algo. –Aventuró Ron.
–Sí,
pero… ¿Que?
–Tal vez
que Ginny va a traicionar a Harry.
–Ron, los
centauros decidieron no tomar parte en la lucha entre Harry y
Voldemort. Es obvio que no les importa quien va a salir vencedor.
¿Que más les da que Ginny lo traicione? Aquí hay algo más… algo
tan grande que los afecta a ellos también… Algo a lo que un
centauro realmente le pueda temer. –Dedujo Hermione.
Ron no se
imaginaba
que
podría ser. Él estaba convencido que un centauro le haría frente
hasta al mismo Voldemort y
pensar
en
algo
peor, algo más poderoso que el señor oscuro, le parecía imposible.
–Mucho me
temo que, detrás de todo esto, haya algo que se escapa a nuestra
atención. Solo espero que sea lo suficientemente importante como
para que los centauros decidan finalmente ponerse del lado de Harry.
–Deseó la chica.
Ron se puso
de pie, sentía que todo se le estaba desmoronando, que ya no había
tiempo que perder.
–Tengo
que volver a casa y enfrentar a Ginny. Ya no me queda otra opción…
–Tienes
razón, pero no debes hacerlo solo. Yo te acompañaré, lo haremos
juntos.
El muchacho
negó con la cabeza.
–No,
aunque me duela admitirlo, Ginny no es la prioridad. Tú debes
quedarte y seguir buscando. Harry necesita que encontremos la forma
de detener el Avada Kedavra. Si la información que buscamos está en
la biblioteca, se muy bien que tú la hallarás. –Le remarcó él.
–Pero…
–No te
preocupes por mi, seguiré tu consejo y hablaré con mis hermanos,
entre todos hallaremos la forma.
–Recuerda
que un animal acorralado siempre ataca con mayor ferocidad. –Le
advirtió ella.
–Lo se…
te prometo que tendremos cuidado. –Dijo el muchacho mientras se
ponía a guardar lo poco que le quedaba fuera del bolso.
Hermione se
quedó pensativa un momento.
–¡Dobby!
–Dijo llamando al elfo mientras se incorporaba.
El elfo se
apareció al instante.
–¿Qué
se le ofrece, señorita Granger?
–Necesito
que nos hagas un favor. Necesitamos que vigiles a Ginny, la hermana
de Ron, creemos que puede… estar en peligro. Harry está con ella
en la madriguera pero si ves que Ginny sale sola o alguien fuera de
la familia intenta acercarse a la casa, avísame de inmediato. Ah…
una cosa más, no dejes que nadie te vea y no le digas nada a nadie.
¿Entendido?
Dobby
afirmó con la cabeza y desapareció al instante.
–Bien…
Así tendremos alguien vigilándola hasta que puedas hablar con todos
tus hermanos. –Dijo mirando a Ron. – ¿Con cual piensas hablar
primero?
–Con
Bill, es el mayor de nosotros y su palabra es ley. Ni los gemelos se
atreven a contradecirlo. –Afirmó Ron.
Hermione
asintió, y se volvió para buscar algo en uno de los bolsillos de su
bolso.
–Toma
–Dijo ofreciéndole un galeón. –Cambié el encantamiento
proteico por uno acústico.
Ron lo tomó
y lo examinó. Parecía real pero era un poco más liviano de lo
normal.
–Cualquier
sonido que reciba de forma directa es reproducido por la otra moneda
–Le explicó mostrándole la suya.
–O sea
que funciona como una radio. –Dijo el muchacho.
–Exacto.
–¡Hermione
eres brillante! –La felicitó mientras se guardaba la moneda en el
bolsillo del pantalón.
–Si Dobby
me informa de algo o encuentro la información que buscamos te
avisaré. –Le dijo ella.
Ron tomó
el mapa del merodeador y se lo alcanzó a Hermione.
–Llámame
paranoico si quieres pero, por lo que más quieras, úsalo
periódicamente para asegurarte de que no haya peligro. De más esta
decirte que las cosas ya se salieron de control. Ten cuidado. –Le
recomendó él.
Ella tomó
el mapa y asintió. El muchacho la besó y luego de tomar su mochila
salió por la puerta.
Bill salió
de su casa temprano para dirigirse a su trabajo, quería tener tiempo
para hacer un par de averiguaciones antes de comenzar su rutina
diaria, pero se llevó una gran sorpresa al encontrarse a su hermano
Ron esperándolo en la puerta del banco.
–Ron ¿Qué
sucede? Hable con papá y me dijo que estabas en Hogwarts ¿Qué
haces aquí? –Le preguntó su hermano extrañado.
–Necesito
hablar contigo... en privado. –Remarcó su hermano.
–Seguro,
ven, sígueme. Mi oficina esta libre.
Ron lo
siguió hasta su oficina. Faltaba poco más de una hora para que el
banco abriera sus puertas al público, así que Bill hizo pasar a su
hermano con la excusa de mostrarle su trabajo.
–Quiere
seguir mis pasos. –Le dijo con una sonrisa al guardia de seguridad.
Bill dejó
su maletín sobre el escritorio e invitó a su hermano a sentarse.
–Bueno
soy todo oídos...
Ron se
aseguró de que estaban solos y comenzó a hablar.
–Se trata
de Ginny...
El muchacho
le contó a su hermano la conversación que había escuchado tras la
puerta, la excusa que había planteado su hermana, las conclusiones a
las que había llegado con Hermione y el mensaje que le había dejado
Firenze. Bill lo escuchó callado con una expresión en el rostro que
Ron no pudo llegar a definir muy bien, pero que no era exactamente de
sorpresa.
–Entonces
es peor de lo que me temía... –Dijo Bill cuando su hermano
finalizó el relato.
–¿Tu
sabías algo de esto? –Le preguntó Ron sorprendido.
–No, pero
ayer descubrí algo sobre nuestra hermanita y hoy vine temprano
justamente para recabar más datos al respecto.
–¿Que
descubriste? –Le preguntó su hermano.
–Algo que
definitivamente no te va a gustar…
Bill le
contó sobre la joven que se había cruzado en el banco y que luego
había seguido hasta el negocio de Ollivander.
–¿Su
descripción te hace pensar en alguien? –Le preguntó a su hermano.
–Pues no,
o al menos no de Hogwarts –Le contestó Ron y luego agregó con
ironía– Si no fuera por lo del pelo lacio me haría pensar más en
una hermana gemela de Harry.
Bill se
quedó pensativo un momento.
–No vas a
decirme ahora que Harry tiene una hermana escondida por ahí…
–preguntó su hermano azorado.
–No. Al
menos no que yo sepa... y tampoco lo creería.
–Pero…
a fin de cuentas ¿Que tiene que ver esto con Ginny?
–Que
cuando entré al negocio, la chica ya no estaba. Como si se hubiera
desaparecido dentro del local. Lo primero que pensé fue que estaría
en la trastienda, quizás se trataba de una parienta de Ollivander,
pero cuando le pregunté si había visto a una joven con esa
descripción me respondió que no, que nadie había pasado por la
tienda en más de dos horas.
–Quizás
se desapareció al cruzar el umbral y Ollivander no la vio –Aventuró
Ron.
–Si,
quizás… pero al ver el libro de ventas me encontré con el nombre
de Ginny y la fecha y hora exacta de la venta: ¡Apenas unos minutos
antes de que yo entrara! El desgraciado me mintió al decirme que
nadie había pasado por la tienda. “Amablemente” lo hice hablar y
le sonsaqué que nuestra hermanita había pasado por la tienda a
comprar una varita como regalo para Harry, por su cumpleaños y por
el tema de los núcleos gemelos, que sería bueno que tuviese otra a
mano para cuando se enfrentase de nuevo a Voldemort y que, como era
una sorpresa, le había hecho prometer no decirle a nadie, y menos a
su familia.
–¿Y
puedes decirme con que dinero pudo ella comprar una varita? –Le
preguntó Ron incrédulo.
–Pues es
simple, piénsalo un momento. No presioné demasiado a Ollivander
solo porque no quería levantar sospechas, creí que sería mejor
hacerle creer que me había tragado su patética excusa. Por lógica,
Ginny ya estaba dentro del negocio antes de que la joven entrara, por
lo cual él debería haberla visto, y no solo eso, Ginny también.
Así que no veo la razón por la que Ollivander se arriesgaría a
mentirme, nada me costaría preguntarle a Ginny, a menos…
–A menos
que… –sí, esa era la única conclusión– que fueran la misma
persona… –Finalizó Ron.
–Pues es
lo mismo que yo pienso, Ginny se hizo pasar por alguien para robar
dinero de una bóveda, el cual usó para comprar la varita. Como lo
hizo, no se. Lo más probable es que haya usado la poción
multijugos. Otra cosa, Ollivander por alguna razón actúa como su
cómplice, pues ella se desapareció dentro de su local y, siendo
menor de edad, él tendría que haberla denunciado al ministerio.
Además, conoce a nuestra familia, dudo que pudiera confundir a esa
joven que yo vi con una Weasley.
Ron exhaló
un suspiro. Ginny robando un banco, eso era algo que jamás se habría
imaginado. Primero Malfoy, luego Firenze abandonando el castillo a la
carrera y ahora Ollivander. El muchacho se preguntó que seguiría
luego.
–¿Y ya
sabes por quien se hizo pasar?
–No, eso
es justamente lo que quiero averiguar.
–¿Como
lo harás? –Preguntó Ron pero Bill no le contestó ya que alguien
abrió la puerta de la oficina.
–Lo
siento Bill, no sabía que ya estabas tan temprano, discúlpame si te
interrumpí. –Dijo el muchacho.
Tenía el
pelo corto, de color castaño y era un par de años mayor que Ron.
–Hola
Jake. Ron, te presento a Jake Graham, trabaja en el reparto de cartas
y memorandos. Jake, este es mi hermano Ron.
El muchacho
le estrechó la mano y acto seguido le entregó un par de sobres a
Bill.
–Gracias,
Jake. Y dime ¿Como anda todo?
–Bueno,
que puedo decirte... creo que estoy enamorado...
–Vaya...
–Dijo Bill mientras ojeaba las cartas.
–Imagínate...
cabello largo y lacio, negro como la noche, tez blanca como el
marfil, ojos verdes como esmeraldas... todo un sueño.
Bill soltó
las cartas y ambos hermanos miraron fijamente al muchacho.
–Y dime
¿Donde la conociste? –Le preguntó Bill como al pasar.
–En el
banco, ayer. Tuve que llevar unas cartas a la oficina del gerente y
allí estaba. –el
muchacho suspiró– Sentí que todo el mundo desaparecía a mi
alrededor y que solo quedaba ella… y que no necesitaba nada más.
–Debe de
ser una chica fascinante, me imagino que le habrás preguntado al
menos su nombre, como para poder enviarle una lechuza.
–¡¿Allí?!
¿En la oficina del gerente y con el mandamás presente? Querido
amigo, no se tú pero yo no soy lo suficientemente inconsciente
o suicida.
El viejo Ristorak me habría despedido en un santiamén.
–Una pena
–Dijo Bill más por si mismo que por el muchacho.
Jake
sonrió.
–No hizo
falta, vi su nombre clarito en el libro de extracciones, es Lily
Black. –Bill lo miró confundido.
–¿Creen
que tenga algún parentesco con ese tal Sirius Black, el asesino?
–Preguntó el muchacho con un poco de preocupación.
–¿No te
enteraste que lo exoneraron? –Le dijo Ron recordando la pequeña
columna que le había dedicado el profeta hacía tiempo atrás. –Yo
no me haría problema por eso.
–Lo
siento, Jake, me gustaría seguir esta conversación pero nos tenemos
que ir. –Los interrumpió Bill.
–Bueno,
no hay problema. Luego te cuento si tuve suerte. Adiós. –Se
despidió Jake.
Bill guardó
las cartas en un cajón del escritorio y escribió una nota en un
papel que dejó en el escritorio de su colega. Ron intentó
preguntarle algo pero su hermano le hizo una seña para que guardara
silencio.
–Vamos,
no perdamos tiempo. –Fue
lo único que le dijo
y su hermano lo siguió fuera de la oficina.
–Fred, ya
levántate, faltan solo cinco minutos para las ocho. Recuerda que
tienes que atender el negocio, los galeones no se hacen solos. –Le
gritó George a través de la puerta.
–¿Por
qué tengo que hacerme cargo del negocio por la mañana cuando tú
vas a divertirte con Harry? –Refunfuñó su hermano mientras salía
de su habitación.
–Perdiste
la apuesta. ¿Recuerdas? Además, no veo cual es tu problema, tú
ayudaste a Harry por la tarde.
–Sí, lo
ayudé a recuperarse de la paliza que le diste por la mañana. El
pobre quedó tan maltrecho que me dio demasiada lástima como para
seguir lanzándole hechizos. –Le respondió Fred.
–Solo
hago lo que él me… –George no llegó a terminar la frase pues el
sonido de la puerta de la tienda los obligó a guardar silencio.
Ambos
desenfundaron sus varitas en el acto y se acercaron lentamente hacia
la escalera que llevaba a la planta baja.
–¡Soy
yo, Bill! –Gritó su hermano mientras se dirigía a la trastienda.
Los gemelos
bajaron la guardia. Por la dudas, Bill tenía una copia de la llave.
Ambos se miraron. Que su hermano mayor se apareciera sin avisar, no
era una buena señal.
–Hola
Bill, estamos arriba. –Dijeron a dúo.
Los gemelos
se sorprendieron al ver subir también a Ron, pero se guardaron
cualquier comentario, pues sus caras no presagiaban buenas noticias.
–Tenemos
un grave problema. Se trata de Ginny… alguien se está haciendo
pasar por ella. –Sentenció Bill.
Harry
sostenía la carta en sus manos, al parecer George le avisaba que
había surgido un imprevisto con una partida de bromas y que ambos
tendrían que quedarse a juntar los destrozos. El muchacho no se
sorprendió.
Entonces
dedicaría la mañana a meditar. Ginny se lo había sugerido.
–Lo que
necesitas es un lugar realmente tranquilo, conozco un sitio en el
bosque que es perfecto. –Le había dicho ella.
Quizás la
magia sin varita se tratara de eso, de poder controlar su mente, y la
verdad es que no perdía nada con intentarlo. Primero desayunaría y
luego seguiría a Ginny al bosque.
Hermione se
encontraba en la oficina que, hasta hacía solo un par de meses,
había pertenecido a Dumbledore y se reprochaba el no haber pensado
en eso antes.
–Ahí,
querida. En el quinto estante, justo al lado del gran libro verde.
–Le indicaba su antiguo director desde uno de los incontables
cuadros que colgaban de las paredes.
La chica
tomó el libro, y leyó la tapa del mismo escrita con letra gótica:
"Mitos y leyendas milenarias del mundo mágico" por
Arturius Melkdor.
–En ese
libro está lo poco que se al respecto. Es una copia del que tendría
que estar en la biblioteca. Cuídalo, por lo que yo se, ese podría
ser el último ejemplar. –Le aconsejó Dumbledore– Espero que te
sea de utilidad.
Hermione le
dio las gracias y abrió el libro sobre el escritorio. Mientras
empezaba a leer, metió su mano en el bolsillo de su pantalón y sacó
un reluciente galeón de oro.
Los gemelos
se habían quedado escuchando en silencio todo lo que sus dos
hermanos habían averiguado, pero aún había algo que no les
cerraba.
–¿Cómo
puedes estar tan seguro, Bill, de que no es Ginny la que se está
haciendo pasar por esa chica? –Preguntó Fred.
–Pues
porque los libros de extracción se usan en cuentas realmente
grandes, y no me refiero a las de familias ricas como los Malfoy,
hablo de empresas que manejan millones de galeones al día y, a
juzgar por el hecho de que el mismo gerente la haya atendido en
persona, me hace pensar que se trata de una de las empresas o
sociedades, más grandes.
–Bien,
pero eso no responde a mi pregunta. –Repuso su hermano.
–Si lo
hace. Los libros se usan porque suelen haber muchas personas que se
encuentran habilitadas para extraer dinero de las cuentas, por lo
cual tienen que usar un libro donde se asienten todas las
extracciones y depósitos. Y lo más importante: esos libros tienen
un encantamiento que evita que una persona firme por otra. De lo
contrario la tinta se desvanece. Solo puedes firmar usando tu nombre
verdadero.
Los demás
guardaron silencio. Si lo que decía Bill era cierto (y no había
razón para pensar lo contrario) Harry se hallaba en serio peligro.
–Pero…
¿Es posible que Sirius haya tenido una hija? –Preguntó George–
Pues él era el último de los Black, su hermano Régulus murió
mucho antes de que naciera Harry. No se me ocurre nadie más que le
hubiera podido heredar ese apellido.
–No lo
creo. Si tubo una hija, él nunca lo debe haber sabido, de lo
contrario se lo habría confiado a la orden para que velaran por su
seguridad. Los Black solían desentenderse de todo miembro de la
familia que no siguiera su lema de la pureza de sangre. Es mucho más
probable que esta tal Lily pertenezca a alguna rama olvidada de la
familia. –Respondió Bill– Pero lo que realmente me preocupa son
sus intenciones…
Ron sintió
un hormigueo en su pierna y sacó el galón falso de su bolsillo.
–¿Está
todo bien Hermione? –Preguntó Ron preocupado.
–¡Lo
encontré! –Sonó la voz un tanto metálica de la chica surgiendo
de la moneda.
Bill y los
gemelos se quedaron totalmente asombrados.
–Pues no
nos dejes con la intriga y cuéntanos –La apremió él.
–Recuerdas
el libro perdido, ese que desapareció de la biblioteca, pues ya se
la razón. Encontré una copia en la oficina de Dumbledore. Habla
sobre un antiguo grupo de magos llamado “La Hermandad” (algo así
como una sociedad secreta). Las pocas referencias que se tienen de
ellos datan de hace alrededor de un milenio. Según cuenta la
leyenda, estos magos alcanzaron un nivel de poder mágico sin
precedentes, pues podían realizar magia sin la necesidad de un
canalizador, como lo es una varita. –Les informó ella.
–Entonces
Malfoy puede formar parte de esa “Hermandad” –Arriesgó Ron.
–El libro
dice que este nivel de poder puede ser alcanzado solo si se es parte
de “La Hermandad” ya que proviene de una fuente diferente a la de
la magia que todos conocemos. Si Malfoy no forma parte de esa
Hermandad, entonces es seguro de que conoce a alguien que sí.
–Dime
Hermione ¿El libro dice algo sobre sus posibles intenciones?
–Preguntó Bill preocupado.
–Pues en
eso es muy vago, pareciera que siguen sus propios intereses. Pero hay
un dato que me parece increíble. Según el autor, Salazar Slytherin
no abandonó Hogwarts por decisión propia como se cuenta en
“Hogwarts: una historia”, sino que fue la propia Hermandad la que
lo echó del castillo. Se ignora si los otros tres fundadores eran
parte de La Hermandad o si solo les hacían un favor. Sea como sea,
el autor remarca que siguen su propia meta, manejando los hilos del
mundo desde la clandestinidad.
–Créelo,
Hermione… –Dijo Bill.
–¡Bill!
¿Tú sabías que existía esta Hermandad? –Le preguntó Ron
estupefacto.
–Si, pero
te juro que no tenía ni la mas mínima idea de lo que eran capaces.
Hace un par de años atrás, en una de las excavaciones de Gringotts,
encontré algunas referencias sobre ellos en las paredes de una tumba
que tenía más de cinco mil años.
Los gemelos
soltaron un largo silbido.
–Y eso no
es nada, cuando se lo comuniqué a mi supervisor suspendieron la
excavación inmediatamente y sellaron la tumba. Cuando le pregunté
la razón, me dijo que “era lo menos que podían hacer”. Sus
palabras me despertaron curiosidad y, al indagar un poco más, di con
la respuesta: Gringotts le debe su existencia a “La Hermandad”.
Ron sintió
que el alma se le iba a los pies. Si esa Hermandad tenía a los
duendes del banco bajo su control ¿Que les impedía hacerse también
con el ministerio de magia? A eso es a lo que los centauros le
deberían temer. Firenze debió haber visto a “La
Hermandad” en el futuro de Ginny y corrió a avisarle a su pueblo…
–Los tres
pilares les llaman, tres cámaras acorazadas inmensas defendidas por
medios mucho más terribles que simples dragones, enterradas en la
roca, en las profundidades del banco. Allí se guardan los tesoros de
la Hermandad, su primera y mejor inversión. Esa es la razón por la
que el banco siempre podrá sobrevivir a cualquier crisis económica
y todo eso se lo deben a ellos. Sinceramente, yo solo creí que se
trataba de una sociedad secreta de magos que habían ido acumulando
riquezas con el pasar de los siglos. Pero por lo que tú me cuentas,
Hermione, son algo mucho más peligroso.
–Entonces
es esa tal Lily la que debe pertenecer a la Hermandad, de otra forma
no habría podido sacar dinero de la bóveda –Señaló Fred.
–¿Lily?
¿Que Lily? –Les preguntó Hermione confundida.
–Toma ese
libro y ven a la casa de los gemelos cuanto antes. –Le ordenó
Bill– George escríbele una carta a Charly y a Percy resumiéndoles
la situación, diciéndoles que se estén en la madriguera para
dentro de media hora. Déjame firmarlas
antes de enviárselas, para que sepan que va en serio.
–¿Pretendes
que una lechuza llegue a Rumania en menos de media hora? Sin contar
el hecho de que podrían interceptarla, claro. Es una locura. –Objetó
Ron.
–No las
vamos a enviar por lechuza, Ron. Eoin se hará cargo de hacerlas
llegar. –Repuso Fred.
–¿Eoin?
–Preguntó el muchacho.
–Sí,
Eoin. Nuestro querido diricawl. –Le aclaró George con una sonrisa.
Harry se
hallaba sentado sobre la hierba a la orilla del estanque,
contemplando el reflejo del cielo. Esperaba a Ginny para que fueran
juntos al bosque. Tenía la vista perdida, intentaba serenar su
mente, tal cual lo debía hacer al practicar oclumancia. El ligero
inconveniente era que nunca había sido bueno para esa disciplina así
que sus esperanzas eran casi nulas.
Oyó el
rumor de pasos presurosos sobre la hierba. Se volvió y vio a Ginny
viniendo hacia él. Llevaba una pequeña mochila. El muchacho se
incorporó.
–¿Listo?
–Le preguntó agitada.
–¿Sucede
algo? Parece que te viniera persiguiendo un colacuerno… ¿Para que
llevas la mochila?
–El
almuerzo. –Le respondió simplemente. –Vamos, no perdamos más
tiempo.
Harry se
quedo quieto escrutando su rostro. Aunque su novia no lo demostrara,
él sentía que algo no iba bien.
–Hay algo
que no me estás diciendo. ¿Qué es? –Preguntó el muchacho
desconfiado.
–Te
contaré todo una vez que lleguemos ahí. Vamos, sígueme que se nos
hace tarde. –Lo apremió ella y luego le dio un beso.
Ginny
empezó a caminar en dirección al bosque y Harry la siguió
dubitativo. Apenas anduvieron un par de metros, escucharon varios
sonoros “cracks” a sus espaldas. El muchacho se volvió
desenfundando su varita, daría su vida antes de dejar que los
mortífagos se acercaran a Ginny, pero se sorprendió al ver a sus
amigos (Ron, Hermione, Bill, y los gemelos) apuntándole a él.
–¡Aléjate
de ella, Harry! –Le gritó Bill.
Entonces el
muchacho cayó en cuenta de que no le apuntaban a él sino a Ginny,
la cual se hallaba justo detrás. ¿Estarían todos bajo el maleficio
Imperius? Harry escrutó sus ojos pero no pudo discernir si era así.
–¿Qué
diablos les pasa? ¿Pueden calmarse y bajar sus varitas?
–Harry,
apártate, no es quien dice ser. Es una impostora. –Le dijo
Hermione seria.
–¿Impostora?
–Repitió el muchacho incrédulo.
–Harry no
los escuches. Es obvio que los han hechizado. Toma mi mano ahora y
desaparezcamos. –Le susurró Ginny.
–No,
Harry. –Lo previno Ron adivinando la intención de la chica. –Ella
no es Ginny, su verdadero nombre es Lily Black. Se ha estado haciendo
pasar por nuestra hermana todo este tiempo. Fue ella quien ayudó a
escapar a Malfoy. Yo los escuché hablar, son cómplices. Ellos dos…
ellos…
–Se aman…
–Terminó Hermione.
A Harry se
encogió el corazón y la mañana en la que Malfoy escapó volvió a
su mente. Draco no lo había dejado inconsciente. Fue otra persona,
ahora lo recordaba, una mano se posó en su hombro antes de que se
desvaneciera, una mano pequeña, la mano de Ginny. El muchacho se dio
vuelta lentamente y comenzó a retroceder mientras mantenía la
varita en alto apuntándole a la joven. Pudo escuchar la voz de la
señora Weasley mientras se acercaba preguntando que pasaba.
–¿Qué
hiciste con ella? –Harry sentía que sus peores temores se hacían
realidad– Dime donde esta Ginny, maldita.
El
semblante de la chica comenzó a cambiar, la ira se reflejaba en sus
ojos, y no solo eso, todo su aspecto cambiaba a la par: su pelo se
oscureció volviéndose totalmente negro, sus ojos adquirieron un
brillante verdor y la pecas tan características de su rostro
desaparecieron, dejando tras de si una piel pálida como la nieve.
Harry no se
dejó amedrentar frente a ese cambio.
–Dime que
hiciste con Ginny o…
–¡Esta
muerta! –Gritó la joven– ¡Muerta!
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