Capítulo V: «La Hermandad»



Capítulo: 5




"La Hermandad”


Avanzaba rápidamente por el bosque, rezándoles a sus ancestros para que no fuera demasiado tarde. Conocía el terreno como la palma de su mano, pero no sentía que eso le estuviese sirviendo de mucho. Sabía que tarde o temprano saldrían a cortarle el paso y que cuando llegara ese momento, tendría que decidir entre quedarse y tratar con ellos o ignorarlos y seguir a la carrera.

Debía contarle al concejo de ancianos lo que había visto cuanto antes, y como siempre había sido uno de los más veloces entre los suyos anticipaba que su lógica se terminaría inclinando por la segunda opción.

No pasó mucho antes de que se cumpliera su vaticinio, cinco centauros armados con arcos le salieron a su encuentro. Al instante, reconoció a tres ellos.

Creí que al menos serías lo suficientemente listo como para no volver. –Dijo Ronan. –Ahora tendremos que matarte.

¿Que esperamos, entonces? –Agregó Bane.

Recuerda tu lugar, Bane. –Le advirtió Magorian.

De todos los grupos de bienvenida, ese era el que menos le convenía. Sabía que tendría que evadirlos y contaba con que no le sería nada difícil dejar a Bane o a Ronan detrás, pero con Magorian necesitaría algo más que suerte. Se quedó en silencio considerando sus opciones.

Lo siento Firenze pero sabes que la traición se paga con la muerte. –Dijo Magorian tensando su arco.

Me acusan de traición solo por haberle hecho un favor a Dumbledore. –Se defendió el centauro.

Revelaste nuestros secretos a los humanos. –Lo acusó Bane. –Mereces algo peor que la muerte por eso.

¿Y desde cuando la lectura de las hojas de té han sido parte de nuestros secretos? ¿Vas a decirme ahora también que los centauros predicen el futuro con la bola de cristal? –Lo desafió Firenze.

Su juego era peligroso, pero también era su única manera de comprar más tiempo. Debía llegar al consejo a como diera lugar.

Bane se encabritó, pero Ronan lo sujetó antes de que intentara atacarlo.

¿Que insinúas? –Preguntó Magorian.

He dicho simplemente que eso es lo único que les enseñé. –Mintió él. –Dumbledore necesitaba a alguien que ocupara el puesto de profesor de adivinación antes de que el ministerio asignara a uno, y eso es lo que hice. Jamás bajo ninguna circunstancia revelaría nuestro legado.

¡Ja! Como si fuéramos a creerte. –Descartó Bane.

Mientes. –Sentenció Magorian.

No depende de ti el decidirlo. –Le advirtió Firenze desafiante.

Esa era su jugada crítica y sus chances de salir airoso no eran para nada prometedoras.

Aunque me duela decirlo, Firenze, tiene razón. Es el consejo el que tiene que decidir si dice la verdad o no. –Les recordó Ronan.

Magorian dudaba.

Debemos llevarlo frente al consejo, así lo dicta nuestra ley. –Volvió a insistir.

No hará falta. –Dijo una voz detrás de ellos. –Si su historia no es convincente para mi, no lo será para ninguno de los demás.

Un centauro de crines color plata se acercaba a ellos, era uno de los ancianos del consejo. Quizás la suerte le habría sonreído después de todo.

Padre... –Dijo Firenze inclinado levemente la cabeza.

Bane lo miró con odio mientras que los demás, simplemente, guardaban silencio.

¿A que has venido, hijo? –Preguntó el anciano. –Te conozco demasiado bien como para creer las mentiras que acabas de decir. Siempre pensaste que debíamos compartir nuestra sabiduría con los humanos. Se muy bien que no has cambiado y que tú eres lo suficientemente inteligente como para darte cuenta de que ninguno de los miembros del consejo se tragará esa versión de los hechos.

Esa era su oportunidad. Si la dejaba pasar, todo estaría perdido.

Es "La Hermandad", padre. Ha regresado.

El viejo centauro se tensó al oír ese nombre.

Los otros lo miraron impasibles salvo Bane, que dijo furioso –Es un traidor y un mentiroso ¿Por qué perdemos tiempo con él?

La dura mirada que le dirigió el anciano, fue suficiente para que no volviera a abrir la boca.

¿Como puedes afirmar eso? –Indagó desconfiado.

Lo he visto en los astros, en el futuro se una joven humana. –Respondió Firenze.

Su padre se acercó a él mientras le preguntaba:

¿Que has visto exactamente?

Nada...

¿Nada? –Preguntó Ronan con voz queda.

Sí, como una especie de vacío donde ninguna predicción es posible. –Insistió Firenze.

Magorian iba a decir algo pero el anciano lo detuvo con una seña.

Padre, debemos alertar a los demás.

Estoy de acuerdo. –Dijo el anciano. –Pero respóndeme antes: ¿Que sugerencia planeas darle al consejo?

Habría preferido esperar a estar frente al consejo antes de explicar sus intenciones, pero su padre lo conocía demasiado bien y seguramente ya lo había adivinado.

El consejo debe elegir de que lado pelear en esta guerra. –Ignorando los gestos de desagrado de sus iguales continuó –Padre, sabes que La Hermandad siempre ha actuado en beneficio propio, nada nos asegura que puedan estar del lado de Potter.

Recuerda que les debemos lealtad, si nos convocaran no podríamos negarnos.

Sí, si elegimos primero. No pueden obligarnos a traicionar nuestra lealtad para con otros.

El anciano lo pensó un momento. –Entonces no debemos perder tiempo... –Dijo al fin, pero justo cuando iba a dar la orden de volver a todo galope, una voz sonó detrás de su hijo.

Estoy totalmente de acuerdo, pero solo en lo de no perder tiempo.

Los arcos apuntaron directamente a la figura que se acercaba a ellos.

¡La Hermandad los convoca! ¡Exigimos que el juramento que hicieron sus ancestros sea cumplido!

Firenze bajó la cabeza derrotado. Ya era tarde, muy tarde.



El sol se asomaba lentamente por el horizonte bañando con su resplandor las altas montañas. Un ave magnífica de color rojizo dorado volaba velozmente surcando el cielo azul de la mañana. Delante de ésta iba otra de la misma especie.

El macho de un rojo más oscuro guiaba a la hembra directo al pico mas alto. En la lejanía la hembra pudo divisar a decenas de ellos volando hacia el mismo destino. Se estaban reuniendo, los fénix acudían a su llamado.



Ron abrió los ojos cuando el primer rayo de sol le dio de lleno en la cara y sonrió al ver a la chica de cabellos castaños abrazada a él. Su rostro, iluminado por la luz de la mañana, lucía hermoso. Recordó cuanto la había añorado y el verla ahí, junto a él, le hacía pensar que quizás fuese un simple sueño y que no tardaría en despertarse.

Desvió su mirada hacia el pijama que vestía Hermione y algo en él le llamó la atención.

¿Gnomos azules? –Se preguntó en voz baja mientras ladeaba la cabeza para ver mejor los dibujos estampados en el pijama de la chica.

La suave risa de Hermione le hizo levantar la vista.

No son Gnomos, Ron.

Pues si no son gnomos ¿Entonces que son?

¡Pitufos! –Dijo ella poniéndose un poco colorada.

¿Pitufos? No recuerdo que Hagrid hablara sobre ellos en sus clases... –Reflexionó él.

Ron, los pitufos son solo un dibujo animado... Tú sabes, de esos que pasan por la televisión. –Le aclaró ella.

Ron se quedo pensativo unos segundos pero luego negó con la cabeza.

Nota mental: darle a Ron una buena dosis de dibujos animados. –Dijo en voz alta.

El muchacho sonrió, no tenía ni idea de qué hablaba pero, mientras eso la hiciera feliz, él no se negaría.

Bueno, si me disculpas, me ausentaré unos minutos para traerte el desayuno a la cama. –Le dijo Ron mientras le guiñaba un ojo.

La chica le dio un beso en señal de aprobación.

El joven tomó su ropa y fue al baño a cambiarse. No habían pasado más de unos minutos y ya estaba bajando las escaleras rumbo a la sala común. Iba mirando de reojo el mapa del merodeador para evitar cualquier encuentro indeseable. Pensaba dirigirse a las cocinas y pedirle a los elfos que le hicieran llegar la comida a la sala común. Pero entonces, cuando estaba por cruzar el retrato, se detuvo en seco.

Dobby –Llamó en voz alta.

El elfo apareció al instante.

¿En que puedo servirle señor Weasley?

Bueno, Dobby. Si no fuera mucha molestia ¿Podrías traerme un desayuno para dos personas?

Por supuesto que no es molestia. Dobby se siente feliz trayéndoles el desayuno a los amigos del gran Harry Potter.

Excelente, entonces en unos veinte minutos, en mi habitación.

Como usted lo desee, señor. –Dijo el elfo antes de esfumarse en el aire.

Ahora que ya no tendría que hacer el viaje a las cocinas podía aprovechar para visitar a Firenze y preguntarle si ya había terminado de leer el futuro de su hermana. Se dirigió al aula de la planta baja pero la encontró vacía. Miro el mapa y, al no poder hallar al centauro por ningún lado, no pudo evitar impacientarse.

Revisó el mapa un par de veces más, sin éxito. Entonces notó que un nombre acababa de entrar en los terrenos del colegio desde el bosque prohibido y se dirigía a las puertas del castillo. Ron no lo dudó e hizo lo mismo.

Apenas cruzó las puertas se encontró con Hagrid.

Hola Hagrid ¿Por acaso has visto a Firenze?

Ah, pues sí. Me lo encontré anoche cuando saqué a Fang para que hiciera sus necesidades. Por cierto, parecía muy preocupado por algo. Me dijo que tenía que volver con los suyos. Intenté persuadirlo de que se quedara pero salió a la carrera hacia el bosque. –Luego de un suspiro agregó. –La verdad es que temo por él. Los demás centauros aún no lo perdonan por haberle hecho ese favor a Dumbledore.

Ron se quedó petrificado. ¿Por qué diablos tenía que salir huyendo justo esa noche? Se le hizo un nudo el estomago, temía saber el porqué.

Piensa, Hagrid. ¿Acaso dijo por qué se tenía que ir?

A decir verdad, no. Dijo que era algo largo de explicar y que no tenía tiempo... pero lo raro es que me pidió que te dijera algo.

¡¿Pues qué esperas para decírmelo?! –Lo reprendió impaciente.

Eh... Bueno, me dijo que, pase lo que pase, no intervengas; que ya no está en tus manos… y que te mantengas junto a Harry sin dudarlo.

El alma se le fue a los pies. Tomó fuerzas de donde pudo y se dirigió como un relámpago directamente a la torre de Gryffindor.

Hermione supo que algo andaba mal con tan solo ver su expresión.

¿Que sucede? –Le preguntó preocupada mientras tomaba su varita de la mesita de luz. –¿Mortífagos?

El muchacho negó con la cabeza y se puso a guardar sus cosas en la mochila.

¿Entonces que? –Le preguntó confundida pero él no contestó.

¡Ron! ¡¿Puedes decirme que diablos te sucede?! –Le gritó Hermione mientras lo tomaba del brazo.

El muchacho volteó y la chica pudo notar que las lágrimas comenzaban a deslizarse por su rostro. Ron no dijo nada, simplemente la abrazó con fuerza y antes de que ella pudiera decir algo, Dobby se apareció frente a la puerta, levitando frente a él una gran bandeja con el desayuno para los dos.

El muchacho se separó de Hermione y se sentó en su cama con la vista perdida mientras el elfo los miraba a ambos con simple curiosidad.

Gracias Dobby, espero que no haya sido mucha molestia. –Dijo ella.

No, para nada señorita Granger. Cualquier cosa que necesiten solo tienen que pedirla... ¿Se encuentra usted bien, señor Weasley? –Preguntó el elfo al pasar mientras hacía aparecer una mesa ratona y un par de almohadones bien mullidos.

El muchacho afirmó levemente con la cabeza. En realidad no se sentía para nada bien pero no quería darle explicaciones al elfo.

Dobby posó la bandeja con sumo cuidado sobre la mesa.

Bueno... entonces, si me disculpan, me retiro. Cualquier cosa que necesiten solo llámenme. –Dijo Dobby antes de desaparecer.

Hermione se arrodilló frente a Ron y lo besó dulcemente en los labios, obligándolo a volver a la realidad.

Es... Ginny. –Apenas pudo decir el pelirrojo.

Ven, come algo mientras me cuentas. –Lo animó Hermione.



Un gran dragón dorado observaba el horizonte, encaramado en la cumbre de la montaña, a la espera de más de los suyos. Allí se reunirían al igual que habían hecho muchos siglos atrás. El viento estaba cambiando, una tormenta se acercaba, pero el dragón no se inmutó… hacía tiempo que la esperaba.

Una silueta alada surgió en el horizonte y el dragón extendió sus inmensas alas mientras lanzaba una gigantesca llamarada al aire en señal de saludo. El viento estaba cambiando, ya no había dudas. Y en medio de la tormenta que se avecinaba los dragones reclamarían su lugar en la tierra, de una vez… y para siempre.



Ron apenas pudo probar bocado, pero lentamente le relató a Hermione el pedido que le había solicitado a Firenze y el mensaje que recibió por parte de él en boca de Hagrid.

Mira Ron, el que ya no esté en tus manos no significa, exactamente, que hayamos perdido a Ginny. Además, sabes bien lo que opino sobre la adivinación, aún tratándose de centauros. Míralo de esta forma: si las estrellas dijeran que jamás podrás lograr algo, no importa que tanto empeño pongas en ello ¿Qué harías? ¿Simplemente desistirías de la idea? –Ron no contestó. –Pues, si desistes de la idea, la predicción se cumplirá. No porque el destino este escrito sino simplemente porque te dejaste influenciar. Si el futuro se construye en base a nuestras acciones entonces nunca te des por vencido, sigue luchando. Y si los centauros tienen razón y el futuro ya esta escrito, entonces todas nuestras acciones nos llevaran inevitablemente a cumplir nuestro destino. Sea de la forma que sea, lo único que podemos hacer es obrar de la manera que creamos correcta, confiar en nuestro buen juicio y en el de nuestros amigos.

Ron pensó que ella tenía razón, no podía darse por vencido.

Lo que no entiendo, es el porqué de su repentina partida… ¿Por qué se arriesgaría a volver con los suyos, sabiendo que lo primero que harán al verlo será… simplemente matarlo? ¿Qué pudo haber visto en el futuro de Ginny que lo obligó a tomar esa decisión? –Se preguntó ella en voz alta.

Advertirle a los suyos sobre algo. –Aventuró Ron.

Sí, pero… ¿Que?

Tal vez que Ginny va a traicionar a Harry.

Ron, los centauros decidieron no tomar parte en la lucha entre Harry y Voldemort. Es obvio que no les importa quien va a salir vencedor. ¿Que más les da que Ginny lo traicione? Aquí hay algo más… algo tan grande que los afecta a ellos también… Algo a lo que un centauro realmente le pueda temer. –Dedujo Hermione.

Ron no se imaginaba que podría ser. Él estaba convencido que un centauro le haría frente hasta al mismo Voldemort y pensar en algo peor, algo más poderoso que el señor oscuro, le parecía imposible.

Mucho me temo que, detrás de todo esto, haya algo que se escapa a nuestra atención. Solo espero que sea lo suficientemente importante como para que los centauros decidan finalmente ponerse del lado de Harry. –Deseó la chica.

Ron se puso de pie, sentía que todo se le estaba desmoronando, que ya no había tiempo que perder.

Tengo que volver a casa y enfrentar a Ginny. Ya no me queda otra opción…

Tienes razón, pero no debes hacerlo solo. Yo te acompañaré, lo haremos juntos.

El muchacho negó con la cabeza.

No, aunque me duela admitirlo, Ginny no es la prioridad. Tú debes quedarte y seguir buscando. Harry necesita que encontremos la forma de detener el Avada Kedavra. Si la información que buscamos está en la biblioteca, se muy bien que tú la hallarás. –Le remarcó él.

Pero…

No te preocupes por mi, seguiré tu consejo y hablaré con mis hermanos, entre todos hallaremos la forma.

Recuerda que un animal acorralado siempre ataca con mayor ferocidad. –Le advirtió ella.

Lo se… te prometo que tendremos cuidado. –Dijo el muchacho mientras se ponía a guardar lo poco que le quedaba fuera del bolso.

Hermione se quedó pensativa un momento.

¡Dobby! –Dijo llamando al elfo mientras se incorporaba.

El elfo se apareció al instante.

¿Qué se le ofrece, señorita Granger?

Necesito que nos hagas un favor. Necesitamos que vigiles a Ginny, la hermana de Ron, creemos que puede… estar en peligro. Harry está con ella en la madriguera pero si ves que Ginny sale sola o alguien fuera de la familia intenta acercarse a la casa, avísame de inmediato. Ah… una cosa más, no dejes que nadie te vea y no le digas nada a nadie. ¿Entendido?

Dobby afirmó con la cabeza y desapareció al instante.

Bien… Así tendremos alguien vigilándola hasta que puedas hablar con todos tus hermanos. –Dijo mirando a Ron. – ¿Con cual piensas hablar primero?

Con Bill, es el mayor de nosotros y su palabra es ley. Ni los gemelos se atreven a contradecirlo. –Afirmó Ron.

Hermione asintió, y se volvió para buscar algo en uno de los bolsillos de su bolso.

Toma –Dijo ofreciéndole un galeón. –Cambié el encantamiento proteico por uno acústico.

Ron lo tomó y lo examinó. Parecía real pero era un poco más liviano de lo normal.

Cualquier sonido que reciba de forma directa es reproducido por la otra moneda –Le explicó mostrándole la suya.

O sea que funciona como una radio. –Dijo el muchacho.

Exacto.

¡Hermione eres brillante! –La felicitó mientras se guardaba la moneda en el bolsillo del pantalón.

Si Dobby me informa de algo o encuentro la información que buscamos te avisaré. –Le dijo ella.

Ron tomó el mapa del merodeador y se lo alcanzó a Hermione.

Llámame paranoico si quieres pero, por lo que más quieras, úsalo periódicamente para asegurarte de que no haya peligro. De más esta decirte que las cosas ya se salieron de control. Ten cuidado. –Le recomendó él.

Ella tomó el mapa y asintió. El muchacho la besó y luego de tomar su mochila salió por la puerta.



Bill salió de su casa temprano para dirigirse a su trabajo, quería tener tiempo para hacer un par de averiguaciones antes de comenzar su rutina diaria, pero se llevó una gran sorpresa al encontrarse a su hermano Ron esperándolo en la puerta del banco.

Ron ¿Qué sucede? Hable con papá y me dijo que estabas en Hogwarts ¿Qué haces aquí? –Le preguntó su hermano extrañado.

Necesito hablar contigo... en privado. –Remarcó su hermano.

Seguro, ven, sígueme. Mi oficina esta libre.

Ron lo siguió hasta su oficina. Faltaba poco más de una hora para que el banco abriera sus puertas al público, así que Bill hizo pasar a su hermano con la excusa de mostrarle su trabajo.

Quiere seguir mis pasos. –Le dijo con una sonrisa al guardia de seguridad.

Bill dejó su maletín sobre el escritorio e invitó a su hermano a sentarse.

Bueno soy todo oídos...

Ron se aseguró de que estaban solos y comenzó a hablar.

Se trata de Ginny...

El muchacho le contó a su hermano la conversación que había escuchado tras la puerta, la excusa que había planteado su hermana, las conclusiones a las que había llegado con Hermione y el mensaje que le había dejado Firenze. Bill lo escuchó callado con una expresión en el rostro que Ron no pudo llegar a definir muy bien, pero que no era exactamente de sorpresa.

Entonces es peor de lo que me temía... –Dijo Bill cuando su hermano finalizó el relato.

¿Tu sabías algo de esto? –Le preguntó Ron sorprendido.

No, pero ayer descubrí algo sobre nuestra hermanita y hoy vine temprano justamente para recabar más datos al respecto.

¿Que descubriste? –Le preguntó su hermano.

Algo que definitivamente no te va a gustar…

Bill le contó sobre la joven que se había cruzado en el banco y que luego había seguido hasta el negocio de Ollivander.

¿Su descripción te hace pensar en alguien? –Le preguntó a su hermano.

Pues no, o al menos no de Hogwarts –Le contestó Ron y luego agregó con ironía– Si no fuera por lo del pelo lacio me haría pensar más en una hermana gemela de Harry.

Bill se quedó pensativo un momento.

No vas a decirme ahora que Harry tiene una hermana escondida por ahí… –preguntó su hermano azorado.

No. Al menos no que yo sepa... y tampoco lo creería.

Pero… a fin de cuentas ¿Que tiene que ver esto con Ginny?

Que cuando entré al negocio, la chica ya no estaba. Como si se hubiera desaparecido dentro del local. Lo primero que pensé fue que estaría en la trastienda, quizás se trataba de una parienta de Ollivander, pero cuando le pregunté si había visto a una joven con esa descripción me respondió que no, que nadie había pasado por la tienda en más de dos horas.

Quizás se desapareció al cruzar el umbral y Ollivander no la vio –Aventuró Ron.

Si, quizás… pero al ver el libro de ventas me encontré con el nombre de Ginny y la fecha y hora exacta de la venta: ¡Apenas unos minutos antes de que yo entrara! El desgraciado me mintió al decirme que nadie había pasado por la tienda. “Amablemente” lo hice hablar y le sonsaqué que nuestra hermanita había pasado por la tienda a comprar una varita como regalo para Harry, por su cumpleaños y por el tema de los núcleos gemelos, que sería bueno que tuviese otra a mano para cuando se enfrentase de nuevo a Voldemort y que, como era una sorpresa, le había hecho prometer no decirle a nadie, y menos a su familia.

¿Y puedes decirme con que dinero pudo ella comprar una varita? –Le preguntó Ron incrédulo.

Pues es simple, piénsalo un momento. No presioné demasiado a Ollivander solo porque no quería levantar sospechas, creí que sería mejor hacerle creer que me había tragado su patética excusa. Por lógica, Ginny ya estaba dentro del negocio antes de que la joven entrara, por lo cual él debería haberla visto, y no solo eso, Ginny también. Así que no veo la razón por la que Ollivander se arriesgaría a mentirme, nada me costaría preguntarle a Ginny, a menos…

A menos que… –sí, esa era la única conclusión– que fueran la misma persona… –Finalizó Ron.

Pues es lo mismo que yo pienso, Ginny se hizo pasar por alguien para robar dinero de una bóveda, el cual usó para comprar la varita. Como lo hizo, no se. Lo más probable es que haya usado la poción multijugos. Otra cosa, Ollivander por alguna razón actúa como su cómplice, pues ella se desapareció dentro de su local y, siendo menor de edad, él tendría que haberla denunciado al ministerio. Además, conoce a nuestra familia, dudo que pudiera confundir a esa joven que yo vi con una Weasley.

Ron exhaló un suspiro. Ginny robando un banco, eso era algo que jamás se habría imaginado. Primero Malfoy, luego Firenze abandonando el castillo a la carrera y ahora Ollivander. El muchacho se preguntó que seguiría luego.

¿Y ya sabes por quien se hizo pasar?

No, eso es justamente lo que quiero averiguar.

¿Como lo harás? –Preguntó Ron pero Bill no le contestó ya que alguien abrió la puerta de la oficina.

Lo siento Bill, no sabía que ya estabas tan temprano, discúlpame si te interrumpí. –Dijo el muchacho.

Tenía el pelo corto, de color castaño y era un par de años mayor que Ron.

Hola Jake. Ron, te presento a Jake Graham, trabaja en el reparto de cartas y memorandos. Jake, este es mi hermano Ron.

El muchacho le estrechó la mano y acto seguido le entregó un par de sobres a Bill.

Gracias, Jake. Y dime ¿Como anda todo?

Bueno, que puedo decirte... creo que estoy enamorado...

Vaya... –Dijo Bill mientras ojeaba las cartas.

Imagínate... cabello largo y lacio, negro como la noche, tez blanca como el marfil, ojos verdes como esmeraldas... todo un sueño.

Bill soltó las cartas y ambos hermanos miraron fijamente al muchacho.

Y dime ¿Donde la conociste? –Le preguntó Bill como al pasar.

En el banco, ayer. Tuve que llevar unas cartas a la oficina del gerente y allí estaba. –el muchacho suspiró– Sentí que todo el mundo desaparecía a mi alrededor y que solo quedaba ella… y que no necesitaba nada más.

Debe de ser una chica fascinante, me imagino que le habrás preguntado al menos su nombre, como para poder enviarle una lechuza.

¡¿Allí?! ¿En la oficina del gerente y con el mandamás presente? Querido amigo, no se tú pero yo no soy lo suficientemente inconsciente o suicida. El viejo Ristorak me habría despedido en un santiamén.

Una pena –Dijo Bill más por si mismo que por el muchacho.

Jake sonrió.

No hizo falta, vi su nombre clarito en el libro de extracciones, es Lily Black. –Bill lo miró confundido.

¿Creen que tenga algún parentesco con ese tal Sirius Black, el asesino? –Preguntó el muchacho con un poco de preocupación.

¿No te enteraste que lo exoneraron? –Le dijo Ron recordando la pequeña columna que le había dedicado el profeta hacía tiempo atrás. –Yo no me haría problema por eso.

Lo siento, Jake, me gustaría seguir esta conversación pero nos tenemos que ir. –Los interrumpió Bill.

Bueno, no hay problema. Luego te cuento si tuve suerte. Adiós. –Se despidió Jake.

Bill guardó las cartas en un cajón del escritorio y escribió una nota en un papel que dejó en el escritorio de su colega. Ron intentó preguntarle algo pero su hermano le hizo una seña para que guardara silencio.

Vamos, no perdamos tiempo. –Fue lo único que le dijo y su hermano lo siguió fuera de la oficina.



Fred, ya levántate, faltan solo cinco minutos para las ocho. Recuerda que tienes que atender el negocio, los galeones no se hacen solos. –Le gritó George a través de la puerta.

¿Por qué tengo que hacerme cargo del negocio por la mañana cuando tú vas a divertirte con Harry? –Refunfuñó su hermano mientras salía de su habitación.

Perdiste la apuesta. ¿Recuerdas? Además, no veo cual es tu problema, tú ayudaste a Harry por la tarde.

Sí, lo ayudé a recuperarse de la paliza que le diste por la mañana. El pobre quedó tan maltrecho que me dio demasiada lástima como para seguir lanzándole hechizos. –Le respondió Fred.

Solo hago lo que él me… –George no llegó a terminar la frase pues el sonido de la puerta de la tienda los obligó a guardar silencio.

Ambos desenfundaron sus varitas en el acto y se acercaron lentamente hacia la escalera que llevaba a la planta baja.

¡Soy yo, Bill! –Gritó su hermano mientras se dirigía a la trastienda.

Los gemelos bajaron la guardia. Por la dudas, Bill tenía una copia de la llave. Ambos se miraron. Que su hermano mayor se apareciera sin avisar, no era una buena señal.

Hola Bill, estamos arriba. –Dijeron a dúo.

Los gemelos se sorprendieron al ver subir también a Ron, pero se guardaron cualquier comentario, pues sus caras no presagiaban buenas noticias.

Tenemos un grave problema. Se trata de Ginny… alguien se está haciendo pasar por ella. –Sentenció Bill.



Harry sostenía la carta en sus manos, al parecer George le avisaba que había surgido un imprevisto con una partida de bromas y que ambos tendrían que quedarse a juntar los destrozos. El muchacho no se sorprendió.

Entonces dedicaría la mañana a meditar. Ginny se lo había sugerido.

Lo que necesitas es un lugar realmente tranquilo, conozco un sitio en el bosque que es perfecto. –Le había dicho ella.

Quizás la magia sin varita se tratara de eso, de poder controlar su mente, y la verdad es que no perdía nada con intentarlo. Primero desayunaría y luego seguiría a Ginny al bosque.



Hermione se encontraba en la oficina que, hasta hacía solo un par de meses, había pertenecido a Dumbledore y se reprochaba el no haber pensado en eso antes.

Ahí, querida. En el quinto estante, justo al lado del gran libro verde. –Le indicaba su antiguo director desde uno de los incontables cuadros que colgaban de las paredes.

La chica tomó el libro, y leyó la tapa del mismo escrita con letra gótica: "Mitos y leyendas milenarias del mundo mágico" por Arturius Melkdor.

En ese libro está lo poco que se al respecto. Es una copia del que tendría que estar en la biblioteca. Cuídalo, por lo que yo se, ese podría ser el último ejemplar. –Le aconsejó Dumbledore– Espero que te sea de utilidad.

Hermione le dio las gracias y abrió el libro sobre el escritorio. Mientras empezaba a leer, metió su mano en el bolsillo de su pantalón y sacó un reluciente galeón de oro.



Los gemelos se habían quedado escuchando en silencio todo lo que sus dos hermanos habían averiguado, pero aún había algo que no les cerraba.

¿Cómo puedes estar tan seguro, Bill, de que no es Ginny la que se está haciendo pasar por esa chica? –Preguntó Fred.

Pues porque los libros de extracción se usan en cuentas realmente grandes, y no me refiero a las de familias ricas como los Malfoy, hablo de empresas que manejan millones de galeones al día y, a juzgar por el hecho de que el mismo gerente la haya atendido en persona, me hace pensar que se trata de una de las empresas o sociedades, más grandes.

Bien, pero eso no responde a mi pregunta. –Repuso su hermano.

Si lo hace. Los libros se usan porque suelen haber muchas personas que se encuentran habilitadas para extraer dinero de las cuentas, por lo cual tienen que usar un libro donde se asienten todas las extracciones y depósitos. Y lo más importante: esos libros tienen un encantamiento que evita que una persona firme por otra. De lo contrario la tinta se desvanece. Solo puedes firmar usando tu nombre verdadero.

Los demás guardaron silencio. Si lo que decía Bill era cierto (y no había razón para pensar lo contrario) Harry se hallaba en serio peligro.

Pero… ¿Es posible que Sirius haya tenido una hija? –Preguntó George– Pues él era el último de los Black, su hermano Régulus murió mucho antes de que naciera Harry. No se me ocurre nadie más que le hubiera podido heredar ese apellido.

No lo creo. Si tubo una hija, él nunca lo debe haber sabido, de lo contrario se lo habría confiado a la orden para que velaran por su seguridad. Los Black solían desentenderse de todo miembro de la familia que no siguiera su lema de la pureza de sangre. Es mucho más probable que esta tal Lily pertenezca a alguna rama olvidada de la familia. –Respondió Bill– Pero lo que realmente me preocupa son sus intenciones…

Ron sintió un hormigueo en su pierna y sacó el galón falso de su bolsillo.

¿Está todo bien Hermione? –Preguntó Ron preocupado.

¡Lo encontré! –Sonó la voz un tanto metálica de la chica surgiendo de la moneda.

Bill y los gemelos se quedaron totalmente asombrados.

Pues no nos dejes con la intriga y cuéntanos –La apremió él.

Recuerdas el libro perdido, ese que desapareció de la biblioteca, pues ya se la razón. Encontré una copia en la oficina de Dumbledore. Habla sobre un antiguo grupo de magos llamado “La Hermandad” (algo así como una sociedad secreta). Las pocas referencias que se tienen de ellos datan de hace alrededor de un milenio. Según cuenta la leyenda, estos magos alcanzaron un nivel de poder mágico sin precedentes, pues podían realizar magia sin la necesidad de un canalizador, como lo es una varita. –Les informó ella.

Entonces Malfoy puede formar parte de esa “Hermandad” –Arriesgó Ron.

El libro dice que este nivel de poder puede ser alcanzado solo si se es parte de “La Hermandad” ya que proviene de una fuente diferente a la de la magia que todos conocemos. Si Malfoy no forma parte de esa Hermandad, entonces es seguro de que conoce a alguien que sí.

Dime Hermione ¿El libro dice algo sobre sus posibles intenciones? –Preguntó Bill preocupado.

Pues en eso es muy vago, pareciera que siguen sus propios intereses. Pero hay un dato que me parece increíble. Según el autor, Salazar Slytherin no abandonó Hogwarts por decisión propia como se cuenta en “Hogwarts: una historia”, sino que fue la propia Hermandad la que lo echó del castillo. Se ignora si los otros tres fundadores eran parte de La Hermandad o si solo les hacían un favor. Sea como sea, el autor remarca que siguen su propia meta, manejando los hilos del mundo desde la clandestinidad.

Créelo, Hermione… –Dijo Bill.

¡Bill! ¿Tú sabías que existía esta Hermandad? –Le preguntó Ron estupefacto.

Si, pero te juro que no tenía ni la mas mínima idea de lo que eran capaces. Hace un par de años atrás, en una de las excavaciones de Gringotts, encontré algunas referencias sobre ellos en las paredes de una tumba que tenía más de cinco mil años.

Los gemelos soltaron un largo silbido.

Y eso no es nada, cuando se lo comuniqué a mi supervisor suspendieron la excavación inmediatamente y sellaron la tumba. Cuando le pregunté la razón, me dijo que “era lo menos que podían hacer”. Sus palabras me despertaron curiosidad y, al indagar un poco más, di con la respuesta: Gringotts le debe su existencia a “La Hermandad”.

Ron sintió que el alma se le iba a los pies. Si esa Hermandad tenía a los duendes del banco bajo su control ¿Que les impedía hacerse también con el ministerio de magia? A eso es a lo que los centauros le deberían temer. Firenze debió haber visto a “La Hermandad” en el futuro de Ginny y corrió a avisarle a su pueblo…

Los tres pilares les llaman, tres cámaras acorazadas inmensas defendidas por medios mucho más terribles que simples dragones, enterradas en la roca, en las profundidades del banco. Allí se guardan los tesoros de la Hermandad, su primera y mejor inversión. Esa es la razón por la que el banco siempre podrá sobrevivir a cualquier crisis económica y todo eso se lo deben a ellos. Sinceramente, yo solo creí que se trataba de una sociedad secreta de magos que habían ido acumulando riquezas con el pasar de los siglos. Pero por lo que tú me cuentas, Hermione, son algo mucho más peligroso.

Entonces es esa tal Lily la que debe pertenecer a la Hermandad, de otra forma no habría podido sacar dinero de la bóveda –Señaló Fred.

¿Lily? ¿Que Lily? –Les preguntó Hermione confundida.

Toma ese libro y ven a la casa de los gemelos cuanto antes. –Le ordenó Bill– George escríbele una carta a Charly y a Percy resumiéndoles la situación, diciéndoles que se estén en la madriguera para dentro de media hora. Déjame firmarlas antes de enviárselas, para que sepan que va en serio.

¿Pretendes que una lechuza llegue a Rumania en menos de media hora? Sin contar el hecho de que podrían interceptarla, claro. Es una locura. –Objetó Ron.

No las vamos a enviar por lechuza, Ron. Eoin se hará cargo de hacerlas llegar. –Repuso Fred.

¿Eoin? –Preguntó el muchacho.

Sí, Eoin. Nuestro querido diricawl. –Le aclaró George con una sonrisa.



Harry se hallaba sentado sobre la hierba a la orilla del estanque, contemplando el reflejo del cielo. Esperaba a Ginny para que fueran juntos al bosque. Tenía la vista perdida, intentaba serenar su mente, tal cual lo debía hacer al practicar oclumancia. El ligero inconveniente era que nunca había sido bueno para esa disciplina así que sus esperanzas eran casi nulas.

Oyó el rumor de pasos presurosos sobre la hierba. Se volvió y vio a Ginny viniendo hacia él. Llevaba una pequeña mochila. El muchacho se incorporó.

¿Listo? –Le preguntó agitada.

¿Sucede algo? Parece que te viniera persiguiendo un colacuerno… ¿Para que llevas la mochila?

El almuerzo. –Le respondió simplemente. –Vamos, no perdamos más tiempo.

Harry se quedo quieto escrutando su rostro. Aunque su novia no lo demostrara, él sentía que algo no iba bien.

Hay algo que no me estás diciendo. ¿Qué es? –Preguntó el muchacho desconfiado.

Te contaré todo una vez que lleguemos ahí. Vamos, sígueme que se nos hace tarde. –Lo apremió ella y luego le dio un beso.

Ginny empezó a caminar en dirección al bosque y Harry la siguió dubitativo. Apenas anduvieron un par de metros, escucharon varios sonoros “cracks” a sus espaldas. El muchacho se volvió desenfundando su varita, daría su vida antes de dejar que los mortífagos se acercaran a Ginny, pero se sorprendió al ver a sus amigos (Ron, Hermione, Bill, y los gemelos) apuntándole a él.

¡Aléjate de ella, Harry! –Le gritó Bill.

Entonces el muchacho cayó en cuenta de que no le apuntaban a él sino a Ginny, la cual se hallaba justo detrás. ¿Estarían todos bajo el maleficio Imperius? Harry escrutó sus ojos pero no pudo discernir si era así.

¿Qué diablos les pasa? ¿Pueden calmarse y bajar sus varitas?

Harry, apártate, no es quien dice ser. Es una impostora. –Le dijo Hermione seria.

¿Impostora? –Repitió el muchacho incrédulo.

Harry no los escuches. Es obvio que los han hechizado. Toma mi mano ahora y desaparezcamos. –Le susurró Ginny.

No, Harry. –Lo previno Ron adivinando la intención de la chica. –Ella no es Ginny, su verdadero nombre es Lily Black. Se ha estado haciendo pasar por nuestra hermana todo este tiempo. Fue ella quien ayudó a escapar a Malfoy. Yo los escuché hablar, son cómplices. Ellos dos… ellos…

Se aman… –Terminó Hermione.

A Harry se encogió el corazón y la mañana en la que Malfoy escapó volvió a su mente. Draco no lo había dejado inconsciente. Fue otra persona, ahora lo recordaba, una mano se posó en su hombro antes de que se desvaneciera, una mano pequeña, la mano de Ginny. El muchacho se dio vuelta lentamente y comenzó a retroceder mientras mantenía la varita en alto apuntándole a la joven. Pudo escuchar la voz de la señora Weasley mientras se acercaba preguntando que pasaba.

¿Qué hiciste con ella? –Harry sentía que sus peores temores se hacían realidad– Dime donde esta Ginny, maldita.

El semblante de la chica comenzó a cambiar, la ira se reflejaba en sus ojos, y no solo eso, todo su aspecto cambiaba a la par: su pelo se oscureció volviéndose totalmente negro, sus ojos adquirieron un brillante verdor y la pecas tan características de su rostro desaparecieron, dejando tras de si una piel pálida como la nieve.

Harry no se dejó amedrentar frente a ese cambio.

Dime que hiciste con Ginny o…

¡Esta muerta! –Gritó la joven– ¡Muerta!

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