Capítulo: 2
«Secretos
bien guardados»
Harry lo
contemplaba en silencio. Solo una simple pregunta le daba una y mil
vueltas por la cabeza. “¿Cómo lo hiciste, mal nacido? ¿Cómo lo
hiciste?”
Frente a
él, un muchacho rubio de su misma edad se hallaba en la cama,
inconsciente. Harry lo conocía, muy a su pesar. Su nombre era Draco
Malfoy y pertenecía a la casa de Slytherin. Harry y él habían sido
enemigos desde el primer momento en que cruzaron palabras en la
escuela. Lo extraño era que no parecía ser el mismo, tenía el pelo
muy corto y erizado y Harry podía jurar que su rostro tenía mucho
mas color que el que siempre le pudo ver en la escuela. Incluso su
expresión al dormir lo hacía perecer distinto, como si no pudiera
ser el mismo maldito engendro, culpable de la muerte de Dumbledore.
Malfoy,
bajo las órdenes de Voldemort, había introducido a los mortífagos
del señor oscuro dentro de la escuela. No olvidaba que fue Snape el
que le dio el tiro de gracia (ese merecía ser torturado por toda la
eternidad) pero se le hacía imposible ignorar el hecho de que si no
fuese por Malfoy nada de eso habría pasado.
Al menos
eso creía él.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Malfoy tomó
la esfera verde esmeralda con la mano que tenía extendida y al
cerrar el puño esta se disolvió. Entonces la luz blanquecina que
envolvía al muchacho comenzó a extinguirse hasta que la oscuridad
reinó nuevamente. Harry estaba paralizado de terror, creyó que ese
era su fin, si Malfoy podía detener al mayor de los hechizos
imperdonables solo con la mano desnuda entonces todo estaba perdido.
Harry
esperó el destello verde que marcaría el fin de su vida… Esperó,
pero lo único que le llegó fue el ruido sordo que hace un cuerpo al
desplomarse sobre el césped. Al instante aparecieron los padres de
los Weasley hechos una furia con las varitas en alto, dispuestos a
dar la vida por defender a sus hijos.
–“Lumus”.
–Dijo
Harry.
Su varita
se encendió y pudo contemplar el cuerpo de Draco tendido en el piso.
Parecía que el hechizo había hecho efecto después de todo, pero
por alguna razón eso no lo alegró. El señor Weasley se acercó al
cuerpo de Draco y le tomó la muñeca para comprobar si aún estaba
vivo.
– ¿Quién
lanzó el maleficio? –Le preguntó a Harry en voz baja.
–Yo.
–Contestó el muchacho con voz ronca.
Arthur lo
miró a los ojos y luego desvió la mirada hacia Malfoy.
–¡Harry!
¡Harry! –Oyó los gritos histéricos de Hermione.
El muchacho
giró y pudo ver a su amiga aterrorizada, a un par de metros de él,
al lado de un Ron pálido como fantasma. Un poco más atrás la
señora Weasley abrazaba a su hija que tenía la cara bañada en
lágrimas.
Harry
sintió nauseas. Había matado a una persona, y no solo eso, lo había
hecho frente a los ojos de la persona que más amaba en el mundo. Se
había dejado consumir por la ira, haciendo que su desprecio por
Malfoy dictara la sentencia…
–Harry,
hazte a un lado. –Dijo
el señor Weasley –Hay que llevarlo adentro.
El muchacho
se quedo inmóvil.
–¡Reacciona
Harry! –Le gritó
Arthur –¡No me preguntes cómo,
pero esta vivo!
El señor
Weasley llevó a Malfoy, flotando, hasta la vieja habitación de
Percy mientras su esposa preparaba té para todos. Los cuatro jóvenes
estaban sentados en la mesa de la cocina y ninguno de ellos emitía
palabra alguna. Ginny había dejado de llorar y ahora se encontraba
abstraída en sus pensamientos. El rostro de Harry se mostraba
inexpresivo.
–Es
difícil estar seguro del todo, pero creo que Malfoy estará bien.
–Dijo el señor Weasley al entrar en la cocina.
El rostro
de Ginny cambió mostrándose un poco más aliviado. Harry miró
preocupado al padre de los pelirrojos.
–Tranquilo
Harry, le lancé más hechizos inmovilizadores que los que usé con
los gemelos desde que aprendieron a caminar. Además, dudo que
recupere la conciencia hasta bien entrada la mañana. –Le aclaró
Arthur al adivinar su pensamiento.
El señor
Weasley tomó la taza de té que le ofreció su esposa y se sentó a
la mesa, frente a Harry.
–¿Piensas
contarnos lo que pasó o tenemos que esperar a que escribas tu
autobiografía? –Le preguntó sonriendo después de observar, por
un minuto, la mirada perdida del muchacho.
Harry les
relató todo lo sucedido desde el momento en que se despertó. Demás
esta decir que omitió ciertos detalles privados. Todos escucharon su
relato y luego, por un tiempo, guardaron silencio.
–Arthur,
creo que tenemos que entregarlo a lo aurores cuanto antes. –Le
sugirió su esposa seriamente.
Ginny miró
a su madre.
–No se…
–Dijo
el señor Weasley, pensativo. –Hay
algo muy extraño en todo esto…
Ginny
aprovechó esa ventana abierta.
–¡No!
–Dijo terminante y se puso de pié.
Todos la
miraron sorprendidos. Tenía el semblante serio.
–No
podemos entregarlo. –Dijo mirando a su madre.
–¡Pero
Ginny! ¿Que no te das cuenta de que es un mortífago? –Le largó
su madre furiosa. – ¿O te olvidas acaso de que él…?
La chica la
interrumpió antes de finalizara la pregunta.
–Recuerdo
muy bien lo que hizo y de que crees que tendría que pudrirse en
Azkaban por el resto de su vida, pero tú te olvidas de que fui yo
quien abrió la cámara secreta. ¿Qué acaso no merecía el mismo
castigo que él? –Dijo jugando su mejor carta.
Su madre se
quedó
muda.
–Ginny…
eso fue diferente. Tú estabas bajo el control de Voldemort. –La
voz de Hermione sonaba como la de una hermana mayor que trata de
consolarte.
–¿Y como
sabes que no sucedió lo mismo con Malfoy? –Ginny los tenía donde
quería.
–Bueno…
no niego que durante
un momento lo pensáramos pero… –Hermione se rindió.
Harry
miraba la escena desde fuera. Ginny lo había sorprendido con su
negativa de entregar a Malfoy a la justicia, pero su argumento tenía
algo de validez, al menos para una “duda razonable”. Intentó
recordar el comportamiento que tubo Malfoy aquella noche, en la
torre, y así determinar las probabilidades de que la chica estuviera
en lo correcto... pero no pudo.
La única
cosa que pasaba por su mente era Ginny. Veía su cabello pelirrojo
brillar como si tuviera luz propia. Sus ojos demostraban una voluntad
de hierro, totalmente inquebrantable. Sentía intensamente el perfume
de su piel, como cuando la tenía en sus brazos, y eso lo embriagaba
por completo.
Ginny lo
miró de reojo esperando que interviniera y se dio cuenta de que se
le estaba yendo la mano. Se contuvo y se alejo de la mesa dando un
bufido.
Harry
reaccionó.
–No se si
Malfoy lo hizo bajo el control de Voldemort o por voluntad propia. De
lo único que ahora estoy seguro es que de alguna forma pudo detener
un Avada Kedavra. –El señor Weasley abrió la boca para
interrumpirlo pero Harry se le adelantó.
–Arthur,
se lo que piensas y créeme, deseaba matarlo con cada fibra de mi
ser, jamás lo habría dejado acercarse a ustedes. Se como lanzar
correctamente esa maldición y de alguna forma que no llego a
comprender la detuvo sin su
varita. Si el puede hacerlo, debo suponer que Voldemort también…
creo que la mejor opción sería mantenerlo cautivo por la Orden
hasta saber como lo hizo. –Dijo el muchacho.
–Puede
que tengas razón… Hablaré con la Orden para ver como disponemos
de él. –Aceptó finalmente el señor Weasley.
Ginny sabía
que había ganado la batalla pero aún quedaba algo por hacer…
¿Hablaste
con ellos sobre lo que te dije hoy? –Le preguntó
Harry.
–Aún no
y creo que sería mejor que tratáramos ese tema directamente en la
próxima reunión. –Le contestó el padre de los pelirrojos.
–¿Hay
alguna programada?
–No,
todavía no tenemos nuevo cuartel. Lupin y Moody se están encargando
de hallar un lugar lo suficientemente seguro.
Harry
recordó que el numero 12 de Grinmauld Place
había
sido abandonado tras la muerte de Dumbledore.
–Sólo
espero que lo hallen pronto. –Deseó el muchacho.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Harry se
hallaba ahora en la habitación de Percy, esperando impacientemente a
que Malfoy despertara. Estaba sentado en una silla ubicada a un lado
de la cama. Cualquiera que hubiese visto esa escena desde fuera,
habría creído fácilmente que se trataba de alguien que cuidaba a
un amigo o familiar enfermo. Simple ironía de la vida.
Para colmo
un rayo de sol se colaba por la ventana abierta del dormitorio, dando
de lleno en la cara de Malfoy, haciendo que se asemejara mucho más a
un ángel que al maldito desgraciado que Harry conocía tan bien. El
muchacho se sintió asqueado frente a la comparación.
–¿Como
es que puede dormir plácidamente después de todo el mal que ha
hecho? –Se preguntó Harry en voz baja.
–No lo
se, supongo que de la misma forma que lo haces tú. ¿No? –La
respuesta provino de la cama.
Harry miró
fijamente
a Malfoy, que seguía con los ojos cerrados, pero una pequeña
sonrisa en sus labios le confirmó que había recuperado la
conciencia. La voz del joven
no había sonado de la forma en que Harry la recordaba, como esa que
arrastraba las palabras. Ahora había sonado clara y calma.
–¿Cómo
diablos lo hiciste? –Le preguntó yendo directamente al grano.
–¿Hacer
que? –Indagó Draco con burla.
Aún
mantenía los ojos cerrados.
–¿Pues
que crees? Detener la maldición sólo
con tu mano. –Harry comenzaba a impacientarse.
–Ah, eso…
–Dijo Malfoy sin darle importancia.
– ¡Sí,
eso! –Replicó Harry.
–Bueno,
verás… no es algo muy difícil de hacer cuando tu oponente no sabe
realizar correctamente ni el más simple de los hechizos. –Se burló
Malfoy.
Las
palabras del Draco
hicieron su efecto, Harry sacó la varita y apuntó a quemarropa.
Instantáneamente, el joven
o
abrió los ojos y lo miró fijo.
–¿Vas a
matarme, Harry? –Las palabras de Malfoy le sonaron un poco
familiares.
Harry se
quedo paralizado mientras el recuerdo de un acontecimiento ocurrido
años atrás en la casa de los gritos volvía a su mente. Su padrino
se hallaba en el suelo y él le apuntaba con la varita directo al
corazón. Entonces éste
le formuló la misma pregunta… Eso había sucedido antes de que
Lupin intercediera y le demostrara que Sirius era inocente.
Harry
intentó mostrarse más frío.
–Depende
de ti. Dime como detuviste la maldición y tal vez te perdone la
vida. –Le dijo el muchacho.
Malfoy
largó una carcajada.
–¿Qué
te hace pensar que esta vez tendrás éxito en quitármela? –Le
preguntó tratando de contener la risa.
–El
esfuerzo que hiciste para detener la maldición te dejó
inconsciente, por lo cual solo tendría que lanzarte dos… y
bueno... dudo seriamente que entonces vuelvas a abrir los ojos. –Le
explicó Harry.
Éste
esperaba que Malfoy se acobardara al exponer su punto débil. Pero no
dio señales de hacerlo, al contrario, parecía que disfrutaba con
ello.
–¡Bien,
Potter! –Dijo Malfoy y luego agregó. –Dime entonces: ¿Como
podrías sacarme la información una vez muerto?
Harry
guardó silencio un momento antes de hablar de nuevo.
–Créeme
que no quería llegar a esto pero no me dejas otra opción. –Le
dijo calmadamente. –Veremos que tan bueno eres para resistirte al
cruciatus. ¿Quién sabe? Quizás me termines contando sobre algún
otro truquito que te haya enseñado Voldemort.
Harry sabía
que no podría torturarlo por mucho que se lo mereciera, pero valía
la pena decirlo para tratar de intimidarlo.
Malfoy sólo
le respondió con otra risotada.
–¿Cómo
puedes ser tan iluso como para pensar que Voldemort pondría
semejante habilidad en mis manos? ¿Crees que no le sería problema
el perder la única arma por la cual todos le temen? –Le preguntó
Malfoy.
Sus
palabras fueron como un baldazo
de agua fría para Harry.
–Mira
Harry, me gustaría mucho quedarme a charlar pero tengo asuntos que
atender, así que… felices sueños.
Él lo miró
sin entender y entonces sintió que alguien posaba una mano en su
hombro. No llegó a voltearse, la oscuridad lo envolvió de repente y
no recordó nada más.
–¿Por
qué te tardaste tanto? –Le pregunto Draco a la chica que se
hallaba cerca de él.
Ella no le
respondió y por la expresión de su rostro supo que estaba molesta.
–Eh…
¿Vas a liberarme o solo piensas quedarte ahí parada? –Le dijo con
una sonrisa.
–Tú lo
hiciste. ¿Verdad?
–Indagó
la chica manteniendo el semblante serio.
–¿Hice
qué?
–Draco no sabía a que venía la pregunta.
–Sabes a
que me refiero, los Dursley. –Le dijo ella perdiendo la paciencia.
–Eh… sí
–Le contestó como si nada.
–¿Por
qué? –Le preguntó ella.
–¿Y a ti
por qué te parece, Ginny? El muy idiota estaba alejándose de ti,
echando así, todo el plan por la borda. ¿Crees que iba a
permitirlo? Sabía que el único lugar que le quedaría sería la
madriguera, así que lo hice. ¡Y por si no te diste cuenta,
funcionó! –Le lanzó de una.
Ella lo
miró fijo, sabía que tenía razón, pero le parecía que lo que
había hecho era demasiado drástico.
–Ahora
¿Vas a liberarme? –Le preguntó sonriendo.
–Dame una
buena razón para hacerlo. –Lo desafió ella.
–Bueno…
¿El hecho de que hiciste un juramento que no se puede romper es
suficiente? –Le respondió él haciéndose el dubitativo y luego
agregó –¿Sabes? Mejor olvídalo.
Draco cerró
los ojos un momento y luego sonrió.
Se puso de
pie como si nada, y se acercó a la ventana para que la luz del sol
le diera de lleno. Lo sentía placentero.
–¿Que
haremos ahora? –Preguntó Ginny.
–Atenernos
al plan, tal y como él nos lo ordenó. –Le respondió Draco.
–¿Incluso
después de lo que pasó anoche? Creo que eso no era parte del plan.
–Le replicó ella.
–No, no
lo era, pero no tenemos otra opción. Sólo
tendremos que acelerarlo un poco. –Concluyó el muchacho.
Draco se
acercó a Ginny y la abrazó.
–Descuida,
falta poco para que todo termine. –Le dijo al oído.
–Por un
momento pensé que te había perdido. –Dijo ella mientras se le
deslizaba una lágrima por la mejilla.
Draco la
miró a los ojos y le sonrió.
–¿Creíste
que un pequeño hechizo podría conmigo? –Le preguntó haciéndose
el agrandado.
–¡Te
hablo en serio! –Le reprochó ella dándole un golpe en el
antebrazo.
Los dos se
rieron y Draco se acercó nuevamente hacia la ventana. Entonces Ginny
recordó la decisión de Harry.
–Ah… me
olvidaba. Harry quiere asumir el liderazgo de la orden. –Le
advirtió la chica.
Draco se
quedó pensativo unos segundos.
–Era de
esperarse. En una semana alcanzará la mayoría de edad, pero aún
así dudo que lo dejen asumir el mando. Igualmente no conviene tomar
riesgos. –Le dijo el muchacho.
Ginny ya se
lo veía venir.
–Bien…
veré que puedo hacer para que desista de la idea. –Dijo ella
adelantándose.
Draco
volvió a mirarla.
–¿Alguna
vez te dije que te amo? –Le preguntó él sonriendo.
–Más
veces de las que puedo recordar. –Le contestó ella.
Draco
dirigió la mirada hacia el reloj de su muñeca.
–Me voy,
después hablaremos. –Se despidió.
–Yo
también te amo. –Dijo
Ginny.
El muchacho
la miró y le sonrió. Un instante después había desaparecido.
Fuera de la
habitación había alguien que no se había perdido detalle de la
charla. Ron estaba apoyado contra la pared y el corazón le latía a
mil. No sabía que hacer. Solamente
una pregunta surcaba su mente. “¿Por que, Ginny? ¿Por qué?”
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